jueves, 7 de octubre de 2010

Nunca, Dios mío

Nunca, Dios mío, cesará mi labio
De bendecirte, de cantar tu gloria,
Porque conservo de tu amor inmenso
Grata memoria.

Cuando perdido en mundanal sendero
No me cercaba sino niebla oscura,
Tú me miraste y alumbróme un rayo
De tu luz pura.

Cuando inclinaba mi abatida frente
Del mal obrar el oneroso yugo,
Dulce reposo, y eficaz alivio
Darme te plugo.

Cuando los dones malgasté a porfía,
Con que a mi alma pródigo adornaste,
"Padre, he pecado", con dolor te dije,
Y me abrazaste.

Cuando en sus propios méritos fiaba,
Nunca mi pecho con amor latía;
Hoy de amor late, porque en tus bondades
Sólo confía.

Y cuando exhale mi postrer aliento
para volar a tu eternal presencia,
cierto hallaré, con tu justicia unida,
dulce clemencia.

¡Oh! nunca, nunca cesará mi labio
de bendecirte de cantar tu gloria;
porque conservo de tu amor inmenso
grata memoria.